Carta Abierta a los vecinos de la Plaza Julio C. Tello

La base del baño y el techo a dos aguas, cómo se puede destruir la armonía y la arquitectura de nuestro vecindario debido a la ignorancia. (Carta enviada la primera semana de junio del 2004)

Hasta que se edificó el complejo urbanístico “Las Torres de San Borja”, Lima era una ciudad con pocas muestras de arquitectura planificada para usos habitacionales masivos, complejos como el de La Unidad Vecinal No 3 de Lima, el de Matute en La Victoria, o el de San Felipe habían ya denotado claros esfuerzos por un ordenamiento racional de la habilitación urbana y el planeamiento edilicio.

Sin embargo es con la edificación de las “Torres de San Borja” que este tipo de proyecto urbano alcanzó su plenitud y llego a la cumbre de su valor estético y formal. Las Torres de San Borja, así, se constituyeron en la más alta y más hermosa muestra de complejo habitacional en el Perú, una de las mejores de América; logrando hacerse de importantes premios por su valor arquitectónico (tal como el “Hexágono de Oro”), un lujo entre los proyectos arquitectónicos.

El valor singular de esta obra (nuestro vecindario) es algo que no necesariamente ha sido de conocimiento publico, aunque la estética nos afecte cotidianamente al sentir el impacto de la arquitectura en forma subliminal y sicológica de forma positiva (nos gusta nuestro vecindario, nos da placer verlo); lo que se engrandece, además, ya que los nombres de las plazas recuerdan con justo honor a los grandes personajes de la cultura del Perú. Las plazas así tienen una doble cualidad que debe ser preservada y protegida.

En este sentido, se ha visto que desde hace un par de semanas la plaza ha sido golpeada físicamente por la erección, a todas luces apresurada, de un elemento religioso ubicado en uno de los espacios públicos reservados para jardín, donde hace algunos años existió un pino. Esta “gruta”, ha alterado de manera brutal y negativa la imagen del conjunto arquitectónico, el cual, como ya dijimos, es único y singular.

La erección de esta estructura, que además ha seguido un procedimiento irregular y se ha hecho de forma irresponsable, puede causar un daño mayor a la autoestima colectiva al deprimir los valores estéticos con los que el diseño de la plaza ha sido dotado. Sin contar que esta generando un pésimo precedente al permitir la construcción arbitraria de elementos públicos sin conocimiento de la mayoría propietaria.

Quíenes y por qué están haciendo esto es una cuestión que debe tomarse en cuenta, ¿son arquitectos, diseñadores, proyectistas, críticos de arte, especialistas en monumentos religiosos? ¿Hay la necesidad de remodelar una plaza premiada a los gustos de un grupo de personas no informadas, no capacitadas en estas tareas?. ¿Quien diseñó la “gruta”, un artista o un albañil mal pagado, o quizá el encargado de la limpieza del parque?

Para darse cuenta que lo que se esta erigiendo en el centro del parque es un bodrio feo que daña la imagen espectacular y colectiva de nuestro vecindario, sólo habría que pensar que hay en común entre un parque de diseño premiado y una “gruta” que tiene el podio asimétrico recubierto de losas de baño barato, una jaula de fierro y vidrios, y un techo a dos aguas tipo casa californiana. Nada.

Es imperioso que se entienda que los espacios públicos son zonas de reserva que no pueden ser alterados bajo argumentos no debatidos o bajo el extremadamente dudoso criterio de un pequeño grupo de personas no conocedoras en el tema. En una condición normal no se permitiría tal atropello; ponemos como ejemplo que en el centro de la ciudad del Cuzco no esta permitido construir casas sin techo de tejas, o que los edificios alrededor del puente que lleva del centro de Arequipa a Yanahuara no pueden ser más altos del nivel del puente mismo. Y para poner un ejemplo lejano no se puede construir un edificio sin paneles luminosos en el famoso Times Square de New York.

¿A alguien se le ocurriría quitar el Intihuatana de Machupicchu para poner una gruta allí? o ¿UD. construiría una piscina para patos dentro de una iglesia?. Bueno pues lo que se ha hecho es eso, romper la armonía de un espacio premiado para imponer un elemento religioso, quebrando completamente la imagen del vecindario y el uso que este tiene; es decir se ha destruido la arquitectura de un espacio público, uno lujoso, uno de calidad, uno que nos pertenece a todos. Lo que se expone sin desmerecer la imagen religiosa y el cristianismo que muchos profesamos.

Las consecuencias sociales de tal imposición y atropello podrán ser vistas en corto plazo, es más que probado que estas imágenes no ayudan a fomentar el espíritu religioso, especialmente cuando se esta saturado de edificaciones del tipo (hay una iglesia con “gruta” a menos de dos cuadras, y algunos parques ya han arruinado su espacio con otras “grutas”). El comportamiento social varía con la educación y con el respeto hacia los demás, no con la arbitrariedad, el irrespeto, y la imposición; lo que es importante.

Una “gruta” tan espantosa como la erigida en la Plaza Julio C. Tello no solo no podrá evitar el comportamiento vandálico o antisocial, sino que lo alienta debido a que hace alusión clara y definitiva a los vecindarios “bravos” de los suburbios marginales de la Lima urbana o a los callejones tugurizados de un solo caño de la Lima de catastro colonial, del cual mucha gente ha escapado. Lo que cualquier sociólogo puede corroborar.

Si las ansías religiosas de ese pequeño grupo de personas es tan grande, pueden hacer su “gruta”, debidamente diseñada y autorizada, en cualquier otro espacio que no arruine la imagen de la arquitectura de nuestro parque; como las grandes cocheras por ejemplo, donde sus ritos pueden llevarse a cabo sin interrupción alguna, así no se molesta al niño que juega ni a la señora que reza. Y eso es tolerancia.

La plaza es parte de nuestro hogar y no debe ser destruida por causa de la ignorancia y la imposición arbitraria.

Gori Echevarría López
Edificio 274 No 303
Arqueólogo
Universidad Nacional Mayor de San Marcos